Estos cinco sólidos ocuparon un lugar importante en la geometría práctica, pero también en la mística, aunque Platón no fue el primero en considerarlos: los tres primeros pertenecen a Pitágoras y los dos últimos a Teeteto (en el siglo IV a.C.).
Millones de formas están formadas por polígonos irregulares, pero sólo cinco sólidos están formados por polígonos regulares.
Esta singularidad llevó a Aristóteles y Platón a considerar que estas figuras eran la base de la materia y las asociaron a los cuatro elementos a los que añadieron el éter (Aether en latín).
Edra significa simplemente superficie, por lo que los poliedros regulares son formas 3D compuestas por superficies que son figuras simétricas con varias caras.
Es posible relacionar todas estas figuras entre sí mediante la fórmula maestra: número de aristas + 2 = número de caras + número de vértices.
Aunque estos sólidos parecen complejos, en realidad son bastante sencillos.
- El cubo es la más básica y regular de las formas de caja.
- El tetraedro es una pirámide con base triangular.
- El octaedro está formado por dos pirámides idénticas de base cuadrada, que se unen entre sí.
Cada sólido tiene una virtud, una influencia propia, como los símbolos de la geometría sagrada.
El tetraedro, vinculado al fuego, es un elemento activo, cuyo simbolismo está ligado a la aparición de la elevación.
La vibración de la forma del tetraedro puede fortalecer nuestra salud en general o puede amplificar una intención. El uso del tetraedro puede ayudarnos a superar una fatiga importante o a activar una convalecencia.
El hexaedro, conectado a la tierra, es un elemento de danza estable y la vibración de su forma favorecerá la estabilidad, la precisión y la seguridad. Favorecerá una buena gestión del mundo material y, por tanto, la supervivencia del cuerpo físico.
El octaedro, vinculado al aire, es un elemento muy sutil, cuyo simbolismo es el intercambio entre todas las direcciones y todas las dimensiones. Promueve la sutileza y la ligereza para nuestro entorno psíquico. También ayuda a fortalecer el aura.
El icosaedro, vinculado al agua, es un elemento que favorece la fluidez, la disolución y la pureza. Puede ayudar a abrir el chakra del corazón y nos conecta con nuestra alma causal. Es muy adecuado para ayudarnos a disolver nuestros bloqueos para crear una emisión de afecto y amor hacia los demás, para cambiar nuestra emisión vibratoria y para cambiar nuestra vida.
El dodecaedro, vinculado al éter, simboliza el quinto elemento, la energía invisible que subyace a los cuatro elementos formales. Promueve nuestro desarrollo espiritual y una conexión con nuestra alma espiritual y nuestro programa de encarnación.