Seamos o no conscientes de ello, estamos conectados a una multitud de círculos, desde el más pequeño hasta el más grande.
Todo el mundo está conectado a la tierra, a ciertas piedras, árboles, animales, humanos, deidades. Cuando progresamos, cuando nos armonizamos y nos enriquecemos en Sabiduría, todos los círculos, los remolinos que salen de nosotros se cargan de energía benéfica para la felicidad de todos los seres conectados a ellos.
Poner en movimiento es la clave, es el poder de la espiral, del círculo. No basta con estar a favor de la paz, sino que la paz debe convertirse en un centro de interés, en un fundamento de la vida, y debe ponerse en marcha, debe formar círculos cada vez más grandes.
Sólo un centro puede crear una espiral. Si no tienes un centro dentro de ti, no puedes tomar las riendas de tu vida, ser responsable de tus actos, convertirte en un creador de bondad, de bienestar.
No se trata de encontrar el centro para ser independientes, para aislarse de los demás, para ser más que el mundo. El centro sirve para unificarnos en el respeto y la belleza.
Nos convierte en cocreadores del mundo, del futuro. Cada centro es una parte de la divinidad encarnada que hace florecer el mundo con mil colores. La divinidad está en el centro de todos los centros.
Es fundamental reflexionar sobre el círculo y el centro. Tenemos que mirarnos a nosotros mismos para descubrir lo que vive en el centro de nuestra conciencia, de nuestra motivación más profunda y en el círculo de nuestras preocupaciones, de nuestras relaciones, de nuestros contactos, de nuestros intercambios vitales.
Meditando en el centro y el círculo descubrirás el mandala de tu propia vida.
Todo está conectado por el círculo y la espiral. De ahí surge una comunicación armoniosa y equilibrada que conecta los mundos y puede generar una auténtica Paz.